La presencia romana en Hispania generó procesos paradójicos: propulsó la alfabetización y la cultura escrita que, durante más de un siglo, se expresó en las lenguas locales paleohispánicas —ibérico, celtibérico y lusitano— y en sistemas de escritura propios, pero trajo consigo la progresiva desaparición de las escrituras y las lenguas locales en beneficio de la poderosa cultura escrita romana. A partir del siglo I d.n.e. solo se aprecian leves vestigios de las lenguas locales, una de las cuales, sin embargo, el vascónico —ancestro del vasco—, sobrevivió, aunque en circunstancias que son objeto de debate.